El lavadero municipal siempre dió mucho “juego” para la convivencia vecinal, así como la fuente del Pilar de Arriba, aneja al lavadero. Eran lugares de encuentro para intercambiar sucesos, confidencias y como no los consabidos cotilleos, unas veces intrascendentes, pero otras eran simples comentarios de lenguas de doble filo, y que en bastantes ocasiones terminaban en riña, con estirones de moños, arañazos y algún que otro descalabro, pues los cantos salían a relucir en más de una ocasión.

Lavadero municipal. Foto: Santiago Izquierdo

De estas discusiones y riñas siempre hemos oído contar a nuestros mayores, sobre todo a las abuelas, pues más de una tenía que intervenir bien para separar a las contendientes o incluso entrar en liza, hay que tener en cuenta que gran parte de la población estaban emparentados y si salía a relucir entre los improperios alguna de sus familias ya estaba liada. Al final todas al cuartel de la guardia civil y un juicio de faltas, por lo general no pasaba de ahí con unos insultos que no dejaban muy bien paradas a las madres ni a los maridos. Pasado el tiempo pelillos a la mar.

En el Archivo Municipal se conservan algunos expedientes de dichos juicios en el que figuran sus protagonistas, pero no viene al caso citarlas.

También estaban las disputas por el sitio para lavar, estos sitios eran unas piedras lisas introducidas parte de ellas en el pilón del agua sobre las que se lavaba y restregaba la ropa, en ocasiones las había más avispadas y en cuanto una se levantaba para ir a tender la ropa para que secase al sol en las zarzas y las cambroneras, al regresar ya la habían “usurpado” el puesto, así que bronca y a ver quién era más bragada y se hacía con el sitio.

El lavadero cubierto que hemos conocido hasta principios de los años setenta del pasado siglo fue construido en el año 1880 a expensas de don Manuel Montes García, según nos relata Leopoldo Jimeno en su libro publicado en 1892 y que lamentablemente fue derribado en aras del nuevo urbanismo que estaba surgiendo en nuestra localidad, un total desatino como tantos otros cometidos por nuestras autoridades, tan sólo hay que echar nuestra vista atrás y comprobar la serie de desmanes que se han cometido, véase las dos fuentes: la del Pilar de Arriba, la del Pilar de Abajo también conocida como el Caño Gordo o la ermita de San Roque, que estaba en el Cementerio Municipal. Así que parte de nuestro patrimonio, digamos de edificaciones populares pasaron a mejor vida, lo que si tengo que reconocer es que el patrimonio documental si que se ha conservado, pese a que éste estaba arrumbado en la torre del reloj de la Casa Consistorial y hoy se encuentra a buen recaudo en el Archivo Municipal, pero no quiero dar ideas.

Afortunadamente se conserva alguna fotografía del lavadero, así como una maqueta que reproduce fidedignamente tanto el lavadero como la fuente del Pilar, obra de Fernando Olivares de la Puerta y que se encuentra expuesta en el Museo del Caserón, en el pasillo que une este edificio con la Casa Consistorial.  Este lavadero se sustentaba con unas columnas de hierro forjado y el techo estaba recubierto con tejas. Adosado al lavadero estaba la casa del guarda, uno de los últimos guardas fue el tío Antonio Cabrero “el niño bonito”. Existía otro pilón conocido como el “de la peste”, en el que se lavaba la ropa de aquellas personas que estaban enfermas.

Anteriormente a su construcción parece ser que se lavaba al aire libre, seguramente en un pilón que se alimentaba del agua que discurría desde el manantial del Pilar hacía el arroyo que hacía frontera con Alcobendas.

En ocasiones también bajaban a lavar a este arroyo que era conocido como de los Dos Lugares, así figura en el Catastro de Ensenada, las mujeres de los dos pueblos. En el Archivo se conserva un escrito que envió el alcalde de Alcobendas al de San Sebastián con motivo de una pelea que habían sostenido mientras lavaban las de ambos pueblos y por lo que dice el alcalde las de Alcobendas se debieron de llevar la peor parte. En otro escrito reproduciré el texto del mismo que es bastante interesante.

Estas peleas del lavadero no es cosa reciente, os voy a relatar un documento del año 1821, que es un escrito que Leandro Gómez dirige al Alcalde Constitucional y Presidente del Ayuntamiento y que es del tenor literal siguiente:

“Leandro Gómez vecino de este dicho pueblo y marido de Pantaleona Mateo, ante V.S. con el más profundo respeto y como más haya lugar en derecho espone y dice forma querella formal contra la persona de Vicenta Regera de esta vecindad a causa de haver reñido con mi mujer Pantaleona en la forma siguiente.

En la mañana del día 28 de este presente mes yendo mi espresada mujer a labar su ropa se puso en una piedra que otra avía dexado al mismo tiempo que llegó la citada Vicenta y quiso apoderarse del puesto que mi mujer ya tenía, de consiguiente se enredaron de palabras en términos que mi dicha mujer la llamó Dragona, voz común o mote que tiene por todo el pueblo, a lo que respondió la mencionada Vicenta yo soy Dragona como tu Puta Borracha, no contentándose con decirlo una vez sola que se ratificó en ello varias vezes delante del inmenso mugerío que havía lavando, por consiguiente pido a V.S. que la citada Vicenta me haga bueno y con datos positivos como mi mujer es Puta y Borracha y de no comprobarlo vuelva el honor y crédito a mi dicha mujer en el mismo sitio que la infamó por tanto,

A V.S. suplico se sirva admitir mi solicitud llamándonos para el fin a un juicio conciliatorio en donde se aclarará la verdad con más exactitud, favor que espero recibir de la acreditada justicia que V.S. sabe exercer en semejantes casos.

San Sebastián de los Reyes, 30 de Enero de 1821. Leandro Gómez”

 

Como podéis comprobar las peleas y los insultos en el lavadero del Pilar no son cosas que recordamos de mediados del siglo pasado, sino que han acaecido a lo largo del tiempo. Aquí aplicaremos un dicho que oído decir muchas veces en Sanse, que “donde hay tejas hay pellejas”.

Santiago Izquierdo G. Bárcena

Cronista Oficial y Archivero emérito de San Sebastián de los Reyes.

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