En este artículo pretendo, no sé si lo conseguiré, reflejar a esa juventud de San Sebastián de los Reyes anterior a lo que conocemos como la transición, juventud de la que yo formé parte y considero que la mejor forma de hacerlo es el presentarla en imágenes y con mis humildes opiniones, por aquello de que vale más una imagen que mil palabras.

Foto: Santiago Izquierdo

No obstante, voy a hacer una pequeña reflexión de cuales eran nuestras “actividades”, la mayoría a los 16 años ya estábamos trabajando, rara era la excepción de los que a esa edad aún se encontraban estudiando. He puesto esa edad de 16, pero muchos de aquellos jóvenes ya trabajaban con menos edad, es lo que había en la mayoría de las familias, ya que era necesario aportar un sueldo al hogar familiar.

“Estrenar” el Día del Cristo

Algunos de los que leáis estas líneas habréis oído hablar a vuestros padres y abuelos de que con mucho esfuerzo se podía estrenar un vestido, un traje y unos zapatos para la “función”, así llamaban nuestros antepasados a las fiestas del Cristo de los Remedios. Vestimenta que ya servía para pasar todo el año, por lo que se solían confeccionar con telas que aguantasen los fríos invernales, podéis imaginaros lo calentito que se pasaban los últimos días del mes de agosto.

En muchas familias se iban heredando las ropas de los hermanos mayores, por lo qué de estrenar el Día del Cristo, nada de nada, quizás unos calcetines y como mucho unos zapatos.

Hoy nos preguntamos, en esta sociedad que nos ha tocado vivir, para bien o para mal, en la que disponemos con más o menos apuros de muchos bienes de consumo, y algunos euros en el bolsillo, que si aquéllos jóvenes eran felices con esas penurias que os he relatado, pues os puedo asegurar que sí que lo éramos, sin ordenadores, videojuegos, playStation, ipad, iphone, etc. Nos dábamos con una piedra en los dientes si contábamos con una pelota y lo más algún balón y una bicicleta y ya no te digo nada con un reloj de pulsera para fardar. En serio, y que lo digo muy en serio, que sí que éramos felices.

Las diversiones de la juventud

Los chicos habíamos dejado de jugar en la Plaza, que por cierto era de tierra, a la peonza, las bolas, las chapas, el borriquete o el rescatao, y las chicas a la camorrota, los alfileres, el escondite o saltar a la comba.

Según crecimos nuestras diversiones siguieron siendo bastante sencillas, los más hábiles jugaban los domingos en aquel añorado Sanse y los que no lo éramos nos conformábamos en acompañarlos y animarlos. Otros formaban algunos equipillos de menor “status” para pasar la mañana.

Algunos entre los que me encontraba yo, ensayábamos en el salón de sesiones del Ayuntamiento por la noche obras de teatro, principalmente de aire cómico, pues nos gustaba oír las carcajadas de nuestros espectadores, aunque si que nos llegamos a atrever con algunas de corte más serio, y tuvimos la osadía de pisar las tablas del Teatro Marquina representando “La llave en el desván” del gran Alejandro Casona.

Otros con buen oído, y alrededor de don Juan, el médico, y de Luciano Sanz aprendieron a rasgar guitarras, laudes y bandurrias y terminaron en ser unos “tunos” con sus capas y cintas al viento. y había muchos que se entretenían echando unas partidas a las cartas en “La Terraza” o en “Las Damas”.

Los que llegamos a la adolescencia en los sesenta teníamos también como diversión el salir las tardes de los domingos a pasear con los amigos, e ir a bailar al “Villa Luz” en Alcobendas, y si la tarde se ponía bien, sin cosechar calabazas, pues se bailaban unas “piezas” y se flirteaba si llegaba al caso. Nos tomábamos una coca-cola o una cerveza ya que el presupuesto no daba para mucho más. De allí surgieron muchos noviazgos, algunos se diluyeron con los años. Otros, creo yo, que resultaron felizmente casados.

En aquel tiempo el Baile de Manolín, el hijo del “Tío Perejil”, que estaba en la calle del Viento, se abría sobre todo en invierno, y de forma especial el día de Nochevieja y en las fiestas patronales de San Sebastián.

Como anécdota os contaré que muchos domingos del invierno, bastante fríos y lluviosos por cierto, nos subíamos al coche de línea de González Cristóbal, que tenía la parada enfrente de la Tahona de la Tía Tomasa, y el autobús se llenaba hasta rebosar, ya que no cobraban, era gratis por aquella época el ir de Sanse a Alcobendas o viceversa. En Alcobendas se quedaba vacío, por lo que la Empresa decidió cortar aquella gratuidad y ya nos terminaron cobrando algunas pesetas. 

Cuando hacía buen tiempo íbamos andando y al regreso a Sanse se venía comentando cómo se había dado la tarde, la mayoría de las veces charlando con las chicas y sobre todo con el grupo en que iba la chavala que te hacía tilín.

Si nos había sobrado algún dinerillo nos parábamos en el kiosko Mary, que se encontraba en la calle Real, enfrente del Cuartel de la Guardia Civil, en el que Avelina preparaba las mejores patatas a la brava que yo he comido. 

En verano compartíamos el ir al “Villa Luz” de verano, que estaba en la calle de la Cruz o bien al baile que abrió Tomás Frutos en la calle María Santos Colmenar, al que llamábamos pomposamente el Baile de la Avenida, y que estaba frente al Bar de “Los Cuernos”.

Sería bastantes años después cuando empezaron a surgir las primeras discotecas, en Alcobendas “El Átomo”, y en Sanse la “Persépolis” y el “Darraceba”. Ya compaginábamos las tardes de los domingos el ir al baile o irnos a los cines el “Paz” y “Avenida” de Alcobendas, y en Sanse al “Navacerrada” y al “Regium”.

El Baile del “Tío Mena”

 

Las generaciones anteriores a la nuestra, la de los años cuarenta y cincuenta su seña de identidad de diversión eran los Bailes del “Tío Mena”, el de invierno  estaba en la calle Real c/v a Pedro Colmenar, unos cuantos años después lo transformaron en el Cine Siracusa, actualmente ha sido derribado. Este local era como ya he dicho para la temporada de invierno, puesto que el de verano se encontraba unos metros más allá en la calle Pedro Colmenar, en una cerca que era de la Tía Genara. De esto bailes citados conservamos, por suerte, varias fotografías. 

Lo mejor, como os decía al principio, es mostraros las imágenes de esa juventud que abarca de los años 40 al 70. Lo que si es cierto, es que no regateaban ni un minuto en posar ante el objetivo de una cámara fotográfica como era la de José Guadalix, y que afortunadamente hoy se conservan muchas de ellas en el Archivo Municipal.

Aunque pocas, también nos han llegado algunas fotografías de la juventud “apodaca” de los años 30. Desgraciadamente no tantas como nos gustaría, por eso hago un llamamiento para quien tenga fotografías de esos tiempos pasados que menciono en este artículo, se las haga llegar al Archivo Municipal para que las copien y queden integradas en el Fondo Fotográfico Histórico.

Santiago Izquierdo G. Bárcena

Cronista Oficial de San Sebastián de los Reyes y Archivero emérito.

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