Artículo de opinión de la portavoz de Más Madrid Sanse, Ángela Millán

A petición del Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, el 21 de septiembre se celebrará una jura de bandera civil en nuestro municipio. Un evento que, en teoría, nos venderán como forma de fomentar el patriotismo y los valores cívicos entre los ciudadanos. Sin embargo, ¿es esta la mejor manera de promover los valores que necesitamos para construir una sociedad más justa y solidaria?

En primer lugar, cabe recordar que el patriotismo no se mide por actos ceremoniales ni por la exhibición de símbolos, sino por el compromiso diario con los valores que hacen grande a una nación. George Orwell, en su ensayo «Notas sobre el nacionalismo», ya advierte de los peligros de confundir el patriotismo con el nacionalismo ciego, y estamos hablando de un escrito de hace casi 80 años. La derecha no parece haber aprendido mucho en este tiempo. El verdadero amor a la patria se manifiesta en la lucha por la justicia social, la igualdad y la solidaridad de sus gentes y para sus gentes. Esos son los pilares que deberían guiar nuestras acciones y nuestras políticas, sobre todo cuando se gobierna una ciudad plural y diversa, y se pretende hacer pasar un acto como este por apolítico.

Una jura de bandera civil, en un contexto donde el Partido Popular ha llegado a pedir que se militaricen las fronteras en contra de la gente que huye de las guerras y las miserias, no parece un acto de mero simbolismo patriótico. Este acto corre el riesgo de ser una exaltación de los peores valores de una derecha, cada vez más escorada. O en el mejor de los casos, y pese a toda la buena intención que ponga un patriota verdaderamente comprometido, de quedarse en un gesto superficial y anecdótico.

¿Qué significado tiene jurar lealtad a un símbolo si no nos comprometemos a trabajar activamente por una sociedad más igualitaria y justa? ¿Qué significa realmente la bandera de España que ha sido usada por la derecha más reaccionaria? Desde el PP de Rajoy, pasando por Pablo Casado y Feijóo, nuestra bandera, la representación de la pluralidad y la unión de nuestro país, ha sido usada y manoseada durante años para negar el matrimonio homosexual, para insultar a las familias de represaliados del franquismo. Se ha ondeado y puesto en balcones para machacar al resto de nacionalidades e identidades que componen nuestro estado, pretendiendo imponer una visión monolítica de un estado que es eminentemente plural. La derecha lleva desde que llegó la democracia apropiándose de los símbolos de todas y todos para golpear cualquier visión progresista de la sociedad, cualquier opinión distinta a la suya.

Este uso tan torticero de lo que es de todos y todas por una minoría sin sentido del honor y la lealtad, es lo que ha causado que parte de la izquierda haya pasado muchos años en democracia sin atreverse a levantar y defender esa bandera. Porque no, no es culpa de la izquierda que haya quienes se crean con derecho a definir qué significan los símbolos de un país que tiene muchas almas y que es diverso como sus gentes. ¿O acaso responsabilizaríamos al dueño de un coche, si alguien se lo roba y lo usa para un atraco?. Porque además, en cuanto la izquierda, con toda su pluralidad, decidió levantar esa bandera en pro de los valores progresistas, fue atacada de nuevo por la derecha que en su rabia contra todos los que no piensan como ellos, volvieron a lanzar la idea de la “antiespaña” como concepto político, intentando definir quién puede y quién no besar, jurar o abrazar la bandera de nuestra nación.

Volviendo al tema del acto, necesitamos acciones concretas que promuevan la igualdad y la justicia social, no solo ceremonias que puedan resultar vacías de contenido, o cuyo contenido mismo sea aún confundido con una visión de la sociedad monolítica y atrasada.

En una sociedad verdaderamente progresista, el patriotismo debe ir de la mano también del pacifismo. Las banderas han sido históricamente utilizadas como símbolos de conquistas y guerras, y creemos que estas deben ser sin embargo reimaginadas y redefinidas sin miedo, junto a un nuevo patriotismo cívico. Como dijo Mahatma Gandhi, «no hay camino para la paz, la paz es el camino». La mejor forma de defender nuestra nación no es mediante el fomento de un espíritu militarista, sino a través del compromiso con la paz, la cooperación y el entendimiento mutuo entre diferentes. Y si esto la derecha lo volviera a entender como un ataque a la profesión militar, o a la patria, no sería más que,de nuevo, una visión muy estrecha de una realidad moderna y cambiante, en la que no están verdaderamente insertos. Una realidad donde cuerpos militares ya funcionan en nuestra sociedad, y podrían seguir transitando ese camino, para muchas otras funciones ajenas a la guerra. Y aunque el camino es largo, esperamos que en el futuro sea este su único cometido y podamos abandonar cualquier otra función de estos cuerpos.

Democratizar el ejército, patriotizar el civismo progresista, y extenderlo a quienes aún saludan nuestra bandera pensando en otras épocas preconstitucionales, es una aspiración que deberíamos haber cumplido hace ya tiempo. En un mundo cada vez más internacional y global, el verdadero patriotismo debe ser inclusivo y abierto, no excluyente. Promover la ayuda mutua y la cooperación entre los pueblos es esencial para enfrentar los desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad y las crisis migratorias. La bandera entonces debe cumplir la misión de ser un símbolo de unión en la diversidad. El poeta uruguayo Mario Benedetti lo expresó de manera hermosa cuando dijo: «El sur también existe», recordándonos que la solidaridad debe extenderse más allá de nuestras fronteras.

Y como no, finalmente, debemos considerar el feminismo como una parte integral del patriotismo progresista. No podemos hablar de amor a la patria mientras la mitad de nuestra población sigue luchando por sus derechos básicos. Como afirmó la escritora y activista feminista Clara Campoamor, «la libertad se aprende ejerciéndola», y así seguiremos haciéndolo algunas.

Queremos una jura de bandera donde todo lo que acabamos de narrar se haga realidad; lucharemos porque así sea y podamos estar orgullosas y orgullosos de un país nuevo donde la derecha no siga promoviendo eventos de este tipo, a los que acudirán unos pocos nostálgicos, o solo una pequeña parte de un todo mucho más grande que ellos.

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