2025 ha sido un año de fragilidad, aprendizaje y reafirmación. Un año en el que la vida personal y la responsabilidad política se han cruzado para recordar por qué defender lo público no es una consigna, sino una necesidad vital.

Hay años que no se cuentan con cifras ni con balances de gestión. Hay años que se instalan en el cuerpo y obligan a mirar la vida desde otro lugar. 2025 ha sido para mí uno de esos años. Un año de sacudida profunda, de fragilidad asumida y de una reafirmación muy clara sobre por qué hago, hacemos política y para quiénes la hacemos.


En abril me diagnosticaron cáncer de mama. Llegué a ese diagnóstico después de verme obligada a hacerme la prueba definitiva en la sanidad privada, porque la cita en la pública nunca llegó. Fue una experiencia que me enfrentó de golpe a una realidad que muchas personas conocen bien: cuando la sanidad pública no llega a tiempo, la desigualdad se vuelve inmediata y tangible. La espera, la incertidumbre y la necesidad de decidir rápido me acompañaron durante semanas, y dejaron una huella que ya forma parte de mi manera de mirar la política, reafirmándome en la convicción de que la política debe volver a una pregunta esencial: para qué sirve, si no es para proteger la vida y la dignidad.

Desde entonces he atravesado el tratamiento mientras seguía trabajando como concejala. No por épica ni por orgullo, sino porque cada
sala de espera compartida con otras mujeres y hombres me recordaba que defender lo público no es una consigna ideológica, es una cuestión de vida. Porque detrás de cada recorte, de cada demora, hay personas que no pueden permitirse esperar.

Gobernar debería ir precisamente de eso: de cuidar. Pero en San Sebastián de los Reyes el gobierno del PP ha preferido convertir la
política en un escaparate permanente. Mucha foto, mucho anuncio y demasiadas promesas vacías. Cuando llegan los problemas
estructurales, la sanidad, la vivienda, los cuidados, el marketing no sirve, y la falta de responsabilidad se nota y hiere.


Durante todo este año, desde Más Madrid Sanse hemos hecho una oposición clara, firme y sin ambigüedades. Hemos dicho lo que otros
preferían callar, hemos señalado lo que no funcionaba y hemos defendido lo público sin complejos. No hemos venido a caer bien, hemos
venido a ser útiles, incluso cuando eso incomoda.

He pensado muchas veces en un verso de Robe Iniesta que dice: “Si fuera mi vida una escalera, me la he pasado entera buscando el siguiente escalón”. Así hemos sentido este año. Avanzar escalón a escalón, sin certezas absolutas, con miedo a veces, pero con la convicción profunda de que quedarse quieta no era una opción.

Y mientras aquí hablamos de derechos y de futuro, no podemos olvidar que hay lugares donde se niega lo más básico: el derecho a vivir.
Palestina no es una palabra lejana ni un debate teórico. Son niños bajo las bombas, madres buscando a sus hijos, familias enteras atrapadas en el horror. Guardar silencio ante eso también es una forma de deshumanización.

Este año nos ha enseñado que la política sin empatía se vuelve cruel. Que la cercanía no es un eslogan, sino una forma de estar. Y que
escuchar de verdad, sin prisas, sin cálculo, es una de las responsabilidades más profundas de quien representa a la ciudadanía.

Más Madrid Sanse es un equipo que cree en esa forma de hacer política.Un proyecto colectivo, honesto y valiente, que no se esconde cuando llegan las dificultades y que ha demostrado que se puede hacer oposición con rigor y con humanidad, pensando siempre en el bien
común. Sanse puede ser una ciudad que cuide mejor, que no deje a nadie atrás y que se gobierne desde la vida real, no desde el despacho. Seguimos creyendo profundamente en esto, incluso, y sobre todo, en los momentos más difíciles.

Para el 2026 os deseamos salud, mucha salud, justicia y esperanza compartida. Que sigamos subiendo escalones, sin miedo y sin dejar a
nadie atrás. Ese es nuestro deseo para nuestra ciudad y nuestro compromiso personal con el futuro.

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